miércoles, 5 de agosto de 2009
A quince años de los sucesos del Malecón Habanero la situación continua igual.
Un día como hoy se cumplen quince años de los sucesos conocidos por “El Maleconazo”, protestas espontáneas de personas en el litoral habanero centralizadas en su mayoría sobre el área de la explanada de la Punta.
Las causas y los efectos son de todos conocidas. Deseo enfocar el recordatorio desde otro ángulo.
Este estallido social no fue mas una que respuesta desordenada a una situación por demás inconcebible.
La opresión y el sometimiento de un pueblo, contra todo intento de expresar sus opiniones, participar de su presente, discutir sus oportunidades de vida como principal razón de ser y de existir.
Si vemos con detenimiento los vídeos expuestos, comprobaremos que la inmensa mayoría de las personas que gritan, tiran piedras y protestan son jóvenes, muy jóvenes, para ser acusados de haber vivido en el capitalismo, para acusarlos de estar influenciados por un sistema que no conocían.
Es evidente su desvinculación con cualquier sistema social de aquí o de allá.
Los jóvenes están ahogados en un drama que los envuelve y no los quieren entender. Un sistema social atrofiado, que no tiene como eje rector el mejoramiento real de los niveles de vida, que gobierna con la fuerza de la represión, pero no de la razón.
Si la población tuviera acceso verdadero a la discusión de los asuntos que le atañen y a la construcción de sus propuestas, sin tomar en cuenta pensamientos y corrientes políticas y religiosas, si el sistema fuera incluyente y no sectario, muchos de estos desagradables incidentes se hubieran evitado.
La necesidad urgente, no la resuelve la salida de personas emigrando hacia EEUU u otros países.
Urge una sensatez de la que el régimen ha dado muestras de no poseer. La valentía de reconocer, que la Revolución ya no existe, fue algo y ese algo lo mataron sus propios creadores.
Cuando tengan el civismo y la valentía de reconocerlo, habrán dado el primer paso para sanear lo podrido y comenzar con la voluntad de todos la reconstrucción de la patria.
Pero aún no será con esta generación de ancianos que esta al frente de Cuba. Ellos son parte del dilema que se necesita recomponer y no asimilan por tercos, la importancia enorme de ceder el mando a nuevas ideas y formas frescas que le den nuevos rumbos al país y si ellos temen, razones sobran, que la juventud no desee elegir el camino por ellos trazado, nadie lo va a poder evitar. Quedando para la historia, la triste revolución cubana, como una obra que no supo caminar con los jóvenes y para los jóvenes.
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