viernes, 21 de agosto de 2009

Poemas del Sábado. EL FuTURO PUEDE SER AHORA.


Calles de Nueva York, calles de Boston,
Calles de la Opulencia.
¡ Callen!
Silencien sus voces, sus ruidos habituales
Sus muchos planes de compras
Y de usura. Deténganse a mirar
No ven lo que esta sucediendo.
Aún no se dan cuenta. Están absortos
En sus proyectos
En sus míseras vidas deslumbrantes.
En sus planes ambiciosos.
Olvidaron todos el pasado
Solo unos pocos recuerdan.
Está siendo expuesto
Nadie lo nota.
Tiemblen en sus pobres corazones vanidosos,
Egoístas
Derrochadores y vanos.

¡La Revolución ha llegado!

La revolución es palabra de odio
De miedos, de tensiones.
Es nido de tiranos
insufribles.
Hacia eso vamos
Las bolsas se desploman
Los hombres miran ansiosos las pizarras electrónicas
Deseando que llegue la hora del cierre.
La pesadilla aumenta
Afuera el pánico avanza por las calles
Una a una las invade.
Empiezan los saqueos
Los pobres, agazapados
Se han lanzado con todo, contra todo y todos.
Hambrientos por años, anhelan
Las grandes comidas, los dulces vinos
Los sabores que desprenden los suntuosos restaurantes
Y que ellos solo conocen por sus olores
Que de nada sirven,
Solo de torturas a sus flacos estómagos.

¡Viva la Revolución!...

Pasan gritando unos locos mugrientos y maldicientes
Que arrastran un carrito de Wall Mart
Llenos de latas y jamones enormes
Y Coca- Colas de dos litros.
No falta quien ante la urgencia del momento
Se siente en plena acera y coma
Con ansias mordiendo una hogaza
y dando sorbidas descomunales a una lata de jugo de pera.

¡Que locura!

Las Señoras se han refugiado en el Waldorsf
Y temen temblorosas por sus prendas y sus carteras repletas de tarjetas
Afuera la policía es impotente para detener la furia acumulada
La jauría humana en plena faena compensatoria.
Por días, por años, por siglos
La impotencia del no ser, solo un número
Una ficha, un voto tal vez
Que en nada cambia su estado
Afuera la vida es un caos.
Los coches son apedreados y sus dueños bajados a patadas
Y luego son incendiados los coches y los buses.
La ciudad huele a humo, a balazos, a caos
¿Será el final?. Más no se escuchan las trompetas descomunales
ensordecer a todos.
Ni ven descender Ángeles, ni arcángeles
Negros con las cara enloquecidas sé ríen en la cara de los dueños de los escaparates
Y lanzan grandes piedras a las vitrinas.
Latinos desprovistos de identidad corren
A depositar los dólares que los desquiciados tiran por las puertas de los bancos
Haciendo depósitos destinados a Quito, a Oaxaca, a Barranquilla.
La niña que vende periódicos en la esquina del Bronx
Ante la locura no atina a cerrar el estanquillo
Corre, corre, como poseída ante la muñeca de la casa de juguetes
Esa que siempre que pasaba
Ansiaba acariciar entre sus brazos
Y besarla y decirle, no llores aquí esta mamá
Con la ternura innata de las niñas
Que crecen pronto.
Y le toma, pero no sabe que hacer con ella.
Esta aturdida, la veía tan lejana
Y ahora esta en sus manos
La palpa, se sienta y llora
Un llanto comprensible
Dejó de ser un sueño
Ahora no sabe que hacer con ella y la devuelve a la vitrina
Y se aleja callada, llorando inconsolable.

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