sábado, 25 de mayo de 2013

El Camino Invisible

En los albores de la dictadura, el comandante Hubert Matos cuestionaba al  Primer Ministro Fidel Castro sobre el rumbo de la revolución cubana, y solo escuchaba evasivas y mentiras, se estaba gestando un modo de hacer política al vapor y sobre la marcha.

Este tipo de cosas se pueden entender de un gobierno surgido de las luchas rebeldes, por personajes no familiarizados con las artes políticas y mucho menos la disciplina de gobernar a un pueblo con un programa definido y probado en el campo.

Al darse situaciones imprevistas de continuo, y concentrarse cada vez más el poder de decisión en un solo hombre, el grado de errores fue creciendo dramáticamente.

Esa es la verdadera historia de estos cincuenta y cuatro años de dictadura cubana.

Una larga historia de capricho, parches, acciones tomadas al vapor y planes sin respaldo coherente y sustentable.

Ahora que los años y los errores se juntan para pasar a cobrar la abundante factura. El país se encuentra bajo un sistema de liderazgo que en poco ha cambiado en más de medio siglo.

Poco se ha aprendido de los errores y menos se ha querido transitar hacía una democracia verdadera.

El temor a perder el control, el mando, el poder omnímodo y todopoderoso, ha hecho que podamos ver como el pueblo de Cuba, sufre las más perversas limitaciones.

Afincado el mando en la decrepita filosofía del enemigo único, y creyendo que tal cuento es creíble a estas alturas del partido, usan de pretexto un bloqueo o embargo sumamente desgastado,  para justificar una incapacidad crónica en los modelos de desarrollo efectivo que necesita cualquier nación para crecer.  O al menos impedir el decrecimiento, léase pobreza.

Pero el mayor enemigo al que se enfrenta la dictadura es a la falsedad con la cual pretenden hacer frente a su propio suicidio político.

Para nadie es un secreto que la transición que obligados por su propio fracaso económico, político y social, están  intentando llevar a cabo,  no es más que la resultante de un caminar hacía el pasado, que provoca mayor malestar e incomodidad en el pueblo, cansado de ser conejillos de indias y experimento de improvisados remendadores.

Ahora la mezcla salvadora es pequeños negocios, cobro de impuestos, métodos netamente capitalistas, y una apertura limitada para salir y entrar al país.


Y muchos nos preguntamos  cuando van a permitir que gentes  inteligentes, para el bienestar del pueblo, puedan aportar y hacer valer ideas que pongan a la nación sobre un rumbo de crecimiento, al menos uno que estabilice la economía y proyecte hacía el futuro una esperanza verdadera. 

Ese camino que pasa por una apertura política incluyente y variada, es el único camino que aún no se vislumbra en la sufrida patria cubana.