En los albores de la
dictadura, el comandante Hubert Matos cuestionaba al Primer Ministro Fidel Castro sobre el rumbo
de la revolución cubana, y solo escuchaba evasivas y mentiras, se estaba
gestando un modo de hacer política al vapor y sobre la marcha.
Este tipo de cosas se
pueden entender de un gobierno surgido de las luchas rebeldes, por personajes
no familiarizados con las artes políticas y mucho menos la disciplina de
gobernar a un pueblo con un programa definido y probado en el campo.
Al darse situaciones
imprevistas de continuo, y concentrarse cada vez más el poder de decisión en un
solo hombre, el grado de errores fue creciendo dramáticamente.
Esa es la verdadera
historia de estos cincuenta y cuatro años de dictadura cubana.
Una larga historia de
capricho, parches, acciones tomadas al vapor y planes sin respaldo coherente y
sustentable.
Ahora que los años y
los errores se juntan para pasar a cobrar la abundante factura. El país se
encuentra bajo un sistema de liderazgo que en poco ha cambiado en más de medio
siglo.
Poco se ha aprendido de
los errores y menos se ha querido transitar hacía una democracia verdadera.
El temor a perder el control,
el mando, el poder omnímodo y todopoderoso, ha hecho que podamos ver como el
pueblo de Cuba, sufre las más perversas limitaciones.
Afincado el mando en la
decrepita filosofía del enemigo único, y creyendo que tal cuento es creíble a
estas alturas del partido, usan de pretexto un bloqueo o embargo sumamente
desgastado, para justificar una
incapacidad crónica en los modelos de desarrollo efectivo que necesita
cualquier nación para crecer. O al menos
impedir el decrecimiento, léase pobreza.
Pero el mayor enemigo
al que se enfrenta la dictadura es a la falsedad con la cual pretenden hacer
frente a su propio suicidio político.
Para nadie es un
secreto que la transición que obligados por su propio fracaso económico,
político y social, están intentando
llevar a cabo, no es más que la resultante
de un caminar hacía el pasado, que provoca mayor malestar e incomodidad en el
pueblo, cansado de ser conejillos de indias y experimento de improvisados
remendadores.
Ahora la mezcla
salvadora es pequeños negocios, cobro de impuestos, métodos netamente
capitalistas, y una apertura limitada para salir y entrar al país.
Y muchos nos
preguntamos cuando van a permitir que
gentes inteligentes, para el bienestar
del pueblo, puedan aportar y hacer valer ideas que pongan a la nación sobre un
rumbo de crecimiento, al menos uno que estabilice la economía y proyecte hacía
el futuro una esperanza verdadera.
Ese camino que pasa por una apertura política
incluyente y variada, es el único camino que aún no se vislumbra en la sufrida
patria cubana.
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