lunes, 6 de julio de 2009

Juntos podemos lograrlo.


La violencia hacia la mujer se enmarca en una cultura desprovista de respeto hacia la independencia y el derecho entre las relaciones personales. Debemos educar para que la unión entre dos personas por motivos sentimentales no genere un deterioro en la calidad de la misma.
Sin embargo, a diario leemos y somos testigos de primera mano de situaciones de violencia que nos preocupan y nos ocupan.
Esto se puede expresar de la misma manera hacia las relaciones laborales o de otra índole. En los centro laborales es muy notorio el abuso y la presión sexual con la cual se entretejen dependencias y aumentos de salario y oportunidades de aspirar a mejores puestos.
Entre los seres humanos debe predominar el respeto y la consideración, no importa si es mujer u hombre.
Solo tomando como base estas demandas, se puede afincar una relación productiva y positiva. Dejando a un lado los resquemores, celos y cuestiones varias que devalúan el intercambio entre los iguales.
Pero la cultura esta siendo atrofiada desde muchos años atrás con patrones, que incluso no justifican la violencia, ni el acoso, ni el oportunismo para sacar ventaja de situaciones que ponen las relaciones humanas en grave crisis coyuntural.
Partiendo del punto que no podemos prescindir de ningún ser humano, es necesario inculcar desde pequeños a nuestros niños, un estilo de convivencia saludable basado en el respeto a todos los demás e incluso ir mas allá, incluyendo al entorno y los seres que lo pueblan.
Lo que hoy hagamos en perjuicio de alguien o de algo, puede darnos resultados fatales el día de mañana.
Ningún hombre por ser mas fuerte físicamente, tiene la potestad de ultrajar a otros seres más débiles.
Es penoso ver llegar a los hospitales o casas de cuidados a mujeres con el rostro golpeado, o con moretones en los brazos, quemadas o maltratadas física y psicológicamente.
Niños amarrados, encadenados, golpeados con saña, marcados con cinturones.
Detrás de esto vive un mundo enfermo de maldad y traumas, que desemboca furias adquiridas por vivencias personales idénticas y el ciclo tiende a repetirse. Es vital leer, instruir, ayudar a crear sistemas que abunden en terapias preventivas. Leyes que refuercen normas de vida fundadas en el respeto.
Es un grito de mejoramiento constante de la vida y del respeto. Una señal de nuestros tiempos , desterrar la violencia para siempre.

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