Uno cincuenta cada libro, y yo me llevaba tres
cada vez que me pagaban
en la librería que estaba en la esquina de 23 y M
llegaba contento a casa para comenzar a leer.
Los libros eran entonces muy baratos en Cuba
no todos los tenia, la censura distanciaba.
los negados y los críticos estaban prohibidos
pero podía leer a Zolá y Amado Nervo, aunque
no pudiera leer a Cabrera Infante y a Padilla.
Por cincuenta centavos disfruta de Guillén.
y camino al malecón me leía dos que tres
poemas que me gustaban.
Me negaban la impresión de un poeta complicado
y me daban al cubano que hablando como francés
que en aquellos lejanos tiempos me gustaba leer
pero jamás escucharlo.
Fuera del juego era un pecado y su ilustre pluma
un sacrilegio a la patria, por aquello de poner
a pastar sobre la patria a los héroes ofendidos.
Mas todo aquello ha pasado con su carga de nostalgias
muchos ya se han callado por las leyes de la vida
y aunque otros han llegado con fuerza descomunal
no los puedo contemplar por encontrarme muy lejos.
Hace poco me di cuenta que no existe frente
a la libertad extinguida la famosa librería
ni la esquina se ve igual
descolorida y fría sin el soportal cultivo
de los libros tan queridos que solía yo comprar.
cada vez que me pagaban
en la librería que estaba en la esquina de 23 y M
llegaba contento a casa para comenzar a leer.
Los libros eran entonces muy baratos en Cuba
no todos los tenia, la censura distanciaba.
los negados y los críticos estaban prohibidos
pero podía leer a Zolá y Amado Nervo, aunque
no pudiera leer a Cabrera Infante y a Padilla.
Por cincuenta centavos disfruta de Guillén.
y camino al malecón me leía dos que tres
poemas que me gustaban.
Me negaban la impresión de un poeta complicado
y me daban al cubano que hablando como francés
que en aquellos lejanos tiempos me gustaba leer
pero jamás escucharlo.
Fuera del juego era un pecado y su ilustre pluma
un sacrilegio a la patria, por aquello de poner
a pastar sobre la patria a los héroes ofendidos.
Mas todo aquello ha pasado con su carga de nostalgias
muchos ya se han callado por las leyes de la vida
y aunque otros han llegado con fuerza descomunal
no los puedo contemplar por encontrarme muy lejos.
Hace poco me di cuenta que no existe frente
a la libertad extinguida la famosa librería
ni la esquina se ve igual
descolorida y fría sin el soportal cultivo
de los libros tan queridos que solía yo comprar.
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