martes, 21 de julio de 2009

Ejercicio de narrativa.

Ahora me estoy perdiendo entre los recuerdos, propios y ajenos, aquellos acumulados por años y años de escuchar historias, contadas en secreto, susurradas, cuando servia de cómplice y desahogo, a las vecinas, que decían cuanto pensaban y sufrían o anhelaban, sin temer lo que yo pensara, por verme como un mocoso que aún no tenia idea de lo que estaban contándome, con la intención de sacar de adentro las muchas cosas que la vida en sus experiencias va acumulando y llega el momento que se deben lanzar fuera, para no reventar al alma.
Callado las escuchaba, con breves interjecciones, breves sonidos apenas, entre el lavar algún plato olvidado del desayuno y pasar un trapo húmedo sobre la meseta y escoger los pocos frijoles que habían llegado a la bodega y ya estaban viejos y salían de pronto uno que otro gorgojo y la mujer lo apartaba, sin tomarlos en cuenta y seguía con su confesión interminable y su noches de olvido, porque el marido llegaba cansado y se notaba que ella no dormía y luego se inclinaba hacia delante y me dejaba ver sus pechos blancos y limpios por el escote pronunciado de la delgada bata y miraba para afuera a través de la ventana, hacia el árbol del patio que era enorme y lo contemplaba como recordando quien sabe que cosas, que yo no sabia, recuerdos de ella , cosas de su juventud, y entonces yo la miraba discretamente, temiendo ser sorprendido en el acto de observarla, la pena de estar viendo a una mujer que me llevaba treinta años y me confesaba que su marido no le hacia caso , y yo le hubiera hecho caso ,pero no me atrevía a tocarla , a decirle que yo la veía guapa, que estaba atractiva.
No quitaba la vista de sus pechos pero estaba temblando de miedo, afuera el sol estaba a rajatabla, comencé a sudar y notaba mi frente llena de gotas de sudor, pero no me movía de mi sitio, como temiendo mover un dedo y romper el encanto.
Y la olla comenzó a sonar y el olor de los frijoles adobados con un poco de sal y un pedazo de cebolla, inundaban la cocina y además de mirar, ya empezaba a darme hambre. Me ofreció un poco de limonada fría, mientras se disponía a coser unas blusas que tenia hacia rato pendiente, se movió hacia la maquina y le quito la cubierta que la protegía y me hizo señas para que la siguiera, comenzando a poner el hilo a la aguja y se coloco unos lentes de pasta gruesa que me recordó a la maestra de física de primer año de secundaria, que cruzaba las piernas y se sentaba de lado para no tropezar con el escritorio y los muchachos nos sentábamos a la izquierda para verla y explorar hasta muy arriba la sombra de una pantaleta, que luego discutíamos abiertamente de que color era y así dar fe de nuestra visión o nuestra suerte.
La maquina comenzó a girar y el ruido me devolvió a la pregunta de sí tenia novia. Novia, novia, no, me gustaba una compañerita del aula, pero ella no lo sabia, yo era tímido realmente. Pero solo dije, no.
Me paré a un costado para no interferir con luz que venia de la ventana de la cocina y ella continuo cosiendo la blusa y diciéndome los planes que tenia para acabar de construir la casa, entonces la pude mirar detenidamente, sin la presión de ser descubierto, pues ella no podía coser y levantar la vista al mismo tiempo, me fui sintiendo mas seguro y deje de sudar, tal vez fue la limonada fría o la posición donde me puse discretamente.
De pronto levanto los ojos y me pregunto algo que no recuerdo y después me dijo si me gustaba, y yo me puse muy nervioso y no supe que decir y tal vez comprendió y agrego, la blusa, y respire y le dije que si, que estaba muy bonita, y me dijo, ya la acabe, me la voy a probar y me dices que tal, pero con sinceridad.
Se fue un momento a la habitación de al lado y en segundos me dijo que pasara.
Se dio una vuelta y la miré despacio, sin decir nada, el rojo contrastaba con la piel blanca y el corte era bonito y el escote discreto, se le marcaban los pezones rígidos por debajo de la tela.
Alzo los brazos se dio vuelta al espejo, modelo para si y al voltearse, sus ojos estaban nublados, los pensamientos ocultos son tan profundos cuando una mujer mira así que no atine a decir mas, que le había quedado de maravilla.
Si no fuera por ti, que me escuchas, no sé que haría, no lo sé. Esta casa es mi ilusión y quiero que acabe de construirla, falta poco, pero, luego escasean los materiales y debemos esperar y tener paciencia.
Cuando la acabe voy a comprar un espejo grande para poner al frente de la cama para verme cuando me acuesto.
Esto lo dijo tan natural y de corrido como una ráfaga. Le salió de adentro, diría yo, de muy adentro. De pronto sentí que hablaba sola y empecé a caminar hacia la puerta. Mientras ella se volvía y se mudaba de ropa casi enfrente de mi cara.
La mire de reojo y me fui a sentar al sofá por la pena, que se notara algo al estar de pie.

2 comentarios:

Carmen Rivero Colina dijo...

Qué delicadeza Ángel, qué forma tan bonita de describir las sensaciones, las emociones…Me ha encantado.
Un montón de besos.

Anónimo dijo...

Es un ejercicio de narrativa. No real solo parecido. Me va sirviendo para ir tomando otros vuelos.