Estamos acostumbrándonos a la violencia en este México nuestro, el fin de semana arrojo la enorme cifra de 70 personas muertas, no ha sido presentado un solo gatillero. Se investiga, pero los ciudadanos sabemos que eso significa cuando más presentar algunos inocentes o terceros involucrados y después el olvido.
Si esto sucede en un caso tan lamentable como los niños calcinados de una guardería en Hermosillo, y no se avanza en el asesinato de 16 adolescentes en la frontera y cada día la lista de muertos aumenta y el gobierno no da visos de poder controlar la situación. Observamos al ejercito desplegado en todas las ciudades principales del país y en las carreteras y en cruceros. A los cuarteles siguen llegando efectivos que se mueven de aquí para allá.
Sufrimos de revisiones a fondo en los retenes puestos en todas las vías de comunicación. Todos somos sospechosos de todo. Pero la violencia continua.
Es evidente la complejidad del momento histórico por el que atraviesa México.
Si nos detenemos a observar a nuestros políticos, la cosa no anda muy diferente.
Muchos sabemos que las alianzas temporales, son arte en la política, pero en nuestra tierra se vuelve cochinero y lanzamiento de lodo al recinto donde se reúnen los señores Diputados. Sin que aprendan después de doscientos años de Republica a concertar con principios y asociar fuerzas para el beneficio del pueblo al que dicen representar y no a los partidos políticos que les indican las directrices a seguir.
Si así anda nuestra suprema casta política, no es de dudar que el territorio nacional sea un desbarajuste y un caldo de cultivo al desorden y la muerte.
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