Las palabras no pueden expresar los agradecimientos del alma, no pueden ser expuestas, nadie las ha divulgado, los poetas y los soñadores las guardan celosamente y dejan solo que las usen los niños, en sus juegos cotidianos, porque son usuarios sin componendas y misterios, amantes de lo sencillo y dados a lo más bello del ser humano.
Cuando huyo del mundo para sanar viejas o nuevas heridas, me transformo en olvido y viento, giro en las enormidades del campo y me acuno en los recovecos de los árboles, refugio inmejorable.
Ella me mira hacer cosas y desde el fondo de su amor asiente cariñosa, pero solo los locos entienden a los locos.
El corazón busca curarse de viejas heridas y vaga en solitario por los canales de la cordura; Jamás se cura, retorna al punto de partida y sonríe, un poco de algo puede ser mejor que nada.
Atado a la zozobra la majestad de la dicha se explaya, pero nadie escucha sus lamentos que son la única forma entendible de enviar el mensaje.
El espíritu, respira y se alimenta de las formas que el paisaje emite subliminalmente. Lo bello esta escondido dentro de lo dado, no le es permitido mirar donde las almas tienen su nido, a los que tienen el dominio de lo superficial.
Al menos los diamantes dan luz de vanidad a sus portadores, mas el alma buena lo trajo desde el oscuro mundo del carbón y calla, porque el viaje es tan triste que no amerita el poseerlos.
En el polvo se incrustan los restos de aquellos que un día fueron y nadie reclama su parte de recuerdos. Van con el viento a todos lados, se transforman en arte que adorna los palacios y son admirados por los observadores que ignoran el secreto de los muertos.
Me desvisto sin ser comprendido, porque mis palabras las aprendí de Whitman.
No sé amar desde la frontera invisible de los prejuicios, mis palabras son libres, mas mi piel y mis pensamientos tienen dueña, en retahíla de ideas, que alborotan sensaciones que se tienen en desuso, mas yo tejo noche a noche las historias más increíbles para desandar el camino, como en los viejos cuentos de las mil y una noches, la fina tela.
Deambulan en mi jardín los más extraños seres, formados de increíbles dotes dándose al mundo que le brindo. Y que disfrutan.
Adorno de luces y criaturas que se amoldan al infinito que conformo, sabia verdad colma mis instintos.
Los sueños tocan la orilla cercana de las fantasias y los temores hacen palpitar el pecho, después de la batalla los alientos desandan en reposo las horas inquietas.
Cuando muchos duermen, escucho los sonidos que la tierra emite quedamente. En el silencio de la noche canto viejas canciones de mi tierra, mientras su cabeza, a mi lado, sueña con los que tienen ganado el cielo.
pintura del maestro, Cervando Cabrera Moreno, La luna rosa de plata, 1979.
Cuando huyo del mundo para sanar viejas o nuevas heridas, me transformo en olvido y viento, giro en las enormidades del campo y me acuno en los recovecos de los árboles, refugio inmejorable.
Ella me mira hacer cosas y desde el fondo de su amor asiente cariñosa, pero solo los locos entienden a los locos.
El corazón busca curarse de viejas heridas y vaga en solitario por los canales de la cordura; Jamás se cura, retorna al punto de partida y sonríe, un poco de algo puede ser mejor que nada.
Atado a la zozobra la majestad de la dicha se explaya, pero nadie escucha sus lamentos que son la única forma entendible de enviar el mensaje.
El espíritu, respira y se alimenta de las formas que el paisaje emite subliminalmente. Lo bello esta escondido dentro de lo dado, no le es permitido mirar donde las almas tienen su nido, a los que tienen el dominio de lo superficial.
Al menos los diamantes dan luz de vanidad a sus portadores, mas el alma buena lo trajo desde el oscuro mundo del carbón y calla, porque el viaje es tan triste que no amerita el poseerlos.
En el polvo se incrustan los restos de aquellos que un día fueron y nadie reclama su parte de recuerdos. Van con el viento a todos lados, se transforman en arte que adorna los palacios y son admirados por los observadores que ignoran el secreto de los muertos.
Me desvisto sin ser comprendido, porque mis palabras las aprendí de Whitman.
No sé amar desde la frontera invisible de los prejuicios, mis palabras son libres, mas mi piel y mis pensamientos tienen dueña, en retahíla de ideas, que alborotan sensaciones que se tienen en desuso, mas yo tejo noche a noche las historias más increíbles para desandar el camino, como en los viejos cuentos de las mil y una noches, la fina tela.
Deambulan en mi jardín los más extraños seres, formados de increíbles dotes dándose al mundo que le brindo. Y que disfrutan.
Adorno de luces y criaturas que se amoldan al infinito que conformo, sabia verdad colma mis instintos.
Los sueños tocan la orilla cercana de las fantasias y los temores hacen palpitar el pecho, después de la batalla los alientos desandan en reposo las horas inquietas.
Cuando muchos duermen, escucho los sonidos que la tierra emite quedamente. En el silencio de la noche canto viejas canciones de mi tierra, mientras su cabeza, a mi lado, sueña con los que tienen ganado el cielo.
pintura del maestro, Cervando Cabrera Moreno, La luna rosa de plata, 1979.
1 comentario:
“Las palabras no pueden expresar el agradecimiento del alma…”
Es cierto Ángel, no lo pueden hacer porque el agradecimiento es la memoria del corazón.
Como siempre leerte es como un bálsamo y una inyección de energía. Ya sabes que no estoy muy cuerda, pero te agradezco estos momentos de lectura y otras muchas cosas más.
Besos
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