domingo, 3 de mayo de 2009

Habana 1984. Casa de las Américas.

Silvio y Pablo están por actuar en una de sus ultimas presentaciones juntos, pero eso nadie lo sabe tal vez ni ellos mismos. La pequeña sala esta repleta de gentes que han venido a escucharlos. Comienzo a preparar mi equipo, para dejar testimonio del recital, afuera la noche es agradable y corre una ligera brisa desde el mar. En la sala las gentes conversan mientras esperan el inicio del concierto. En la mañana, tuve que continuar rompiendo las paredes de un viejo y lujoso baño de una casa de Miramar donde trabajo como ayudante de albañil, no por lo que me pagan, sino como condición impuesta por inmigración para poderme ir. Ahora la casa la renta una compañía venezolana, y el nuevo inquilino , no le interesa conservar intactos los azulejos catalanes que embellecen el viejo baño, fuera con todo parece haber dicho, trayendo un piso nuevo desde su tierra y conceptos interioristas que a mi entender no van con esa casa. Pero solo soy un obrero que cumple una faena por tiempo definido. Enfocó mi objetivo para probar sobre una joven que me mira confundiéndome con alguno de la prensa, sin embargo no hay gente de los medios en el pequeño recital improvisado. Sonríe coqueta y hago como que disparo. Nos reímos y acabo saludándola. La casa en construcción esta llena de obreros y capataces que aceleran la reconstrucción para entregar en tiempo y forma lo convenido. Todos estamos esperando la salida. Cada día hay una despedida, España, EEUU. México, Costa Rica, otros ocupan sus lugares, la obra continua. Parecería simbólico si la obra fuera la patria que mejora, pero aquí no parece mejorar nada. Aparecen Silvio, Pablo y Noel Nicola, un extra que no sabia. Hago mis primeras exposiciones y me acerco al estrado. Silvio me mira y saluda, ya somos viejos conocidos, desde la casa de Benedetti. Mujer con sombrero y me adsorben las tomas, sin saber después a donde irán a parar en un archivo
cualquiera que la historia se ocupo de olvidar, entre cartas que quema una mujer que junto a muchas viejas cartas tal vez acabaron en el olvido al saber que jamás volverán nuestras vidas a juntarse. La llamada llega a mi puerta, me despido de todos con un abrazo fuerte, sin poder contener las lagrimas, muchos nunca mas volveremos a vernos, la libertad ha marcado su precio. El recital concluye exitosamente, Jesús Victoria saca material para unos relatos que no voy a conocer y la chica de la sonrisa acepta pasear conmigo por el Vedado.

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