Tantos sueños rotos dejados por doquier como necesidad de aligerar el lastre infecundo y vació de los días.
La estrella perdida entre tantas estrellas que la deseaban y yo lejos sin poder tan siguiera hacer algo, lo mas mínimo, lo que fuera.
Alguien adueñándose de las horas, de las tardes junto al mar, de la vida poco a poco, para que no pudieran ser mas vistos los atardeceres, obligando a renunciar a ellos.
Mire al mar entonces sin tenerlo, lo dibuje en la línea imaginaria que trazaba una hormiga en la pared.
El tiempo cambio y el agua salto entonces en mi cara, mojando mi rostro que saboreo cada gota derramada, salobre, oliendo a hierro y petróleo, maderas y pintura.
Sin nada, solo mi mundo diáfano y sencillo de peregrino y soñador, sin pasaporte y un amor deshecho en medio del pecho.
Sin brújula ni sedimentos polvo simple que se lleva el viento eran mis sueños. Tan lejos y tan solo. Sin su amor.
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