Tú que llenas todo de alegría y juventud...
Ignacio Villa.
México te tuvo, te contuvo y te retuvo en un vuelo que no termina.
Aves negras, retintas como dicen en Cuba, volando majestuosas
Por la calzada vertical, deambulando de aquí pa´ya, de alla pa´ca
Dejando el sabor al medio tono y la simpatía, único tesoro dado.
México té extraña, la Habana te llora cuando escucha tu piano y tu voz ronca, decir: - ay mamá Inés. !
Ni tú eras eterno, ni yo lo sabia, cuando te vi pasar tranquilo por el Vedado y yo sentado siendo aún un niño, solo te mire brillar al calor intenso de tu popularidad.
Tu piano tiene la sonoridad genuina de los sortilegios maestros.
La fuerza de un ciclón tropical, el embate de la furia del mar contra el muro del malecón habanero y la caricia de unas manos amorosas que saben amar.
Transportas y sublimas cuando tocas y dura el hechizo aunque no estas.
Magia de Congo, Mandinga o Carabalí. Magia de ti, de tu corazón mundano que se dio todo en todos lados y no supo como resistir más.
Ignacio Villa.
México te tuvo, te contuvo y te retuvo en un vuelo que no termina.
Aves negras, retintas como dicen en Cuba, volando majestuosas
Por la calzada vertical, deambulando de aquí pa´ya, de alla pa´ca
Dejando el sabor al medio tono y la simpatía, único tesoro dado.
México té extraña, la Habana te llora cuando escucha tu piano y tu voz ronca, decir: - ay mamá Inés. !
Ni tú eras eterno, ni yo lo sabia, cuando te vi pasar tranquilo por el Vedado y yo sentado siendo aún un niño, solo te mire brillar al calor intenso de tu popularidad.
Tu piano tiene la sonoridad genuina de los sortilegios maestros.
La fuerza de un ciclón tropical, el embate de la furia del mar contra el muro del malecón habanero y la caricia de unas manos amorosas que saben amar.
Transportas y sublimas cuando tocas y dura el hechizo aunque no estas.
Magia de Congo, Mandinga o Carabalí. Magia de ti, de tu corazón mundano que se dio todo en todos lados y no supo como resistir más.
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