martes, 30 de diciembre de 2008

Ausencia.

Este cuento es muy antiguo, solían contarlo algunas veces en las noches tibias, los enamorados a sus amantes novias, a la orilla de la playa, no he querido que se olvide y por ello lo escribo aquí, no tiene dedicatoria, pero pudiera ser dedicado a alguien en especial. Solo seria cosa de poner un nombre de mujer. Y recrear la historia.




“Las aves suelen volver al nido,
pero las almas que se han querido
cuando se alejan no vuelven mas”...



Cuentan que hubo una vez, en un lugar misterioso, donde las historias de amor verdadero ya no eran creíbles, que un hombre se enamoró de una mujer exótica que paso a su lado.
Hubo de pasar un tiempo para que empezaran a ser amantes y se descubrieran desnudos en una habitación de un hotel elegante, las paredes estaban empapeladas y los espejos no tenían él más mínimo rastro de deterioro, las sabanas olían a limpio, tersas, blancas y acogedoras.
Por los años de esta historia, aún era sencillo encontrar habitaciones en hoteles de lujo para desempleados. Una fiesta previa y la ternura de amarse por primera vez, lo llevo a ser mas precavido, el estilo triunfa siempre, no hubo flores, ni siguiera música de fondo, aún estas allí en medio de la cama sin saber como o sabiéndolo, a quien le importa preguntar. La luz de la calle ilumina levemente la habitación. Discretamente inicia la fiesta privada. Todo es con calma, despacio, leve sensación de explorar y disfrutar algo que semeja un sueño, tal vez tienen miedo que sea un sueño y no quieren ni gritar, danzan sobre las blancas y tibias olas de las sabanas, se envuelven en un abrazo interminable, ondas de espumas y olor verdadero a mar, a sal que se queda pegada en la piel, y cuando sudas hueles deliciosamente a perfume caro y ron habana club.
Él lo había dicho todo y más como casi siempre. Lucia sus mejores palabras y las acomodaba como acomodan los magos cosas dentro de un sombrero,
Ella estaba preocupada por tradiciones remotas que hacia siglos no se usaban en ese lugar pagano. Ni en el lugar de donde ella provenía. El amor o lo que fuera, entre dos que lo desean, no pide, ni expide cláusulas sofisticadas, cosas tan viles y vulgares que ahuyentan los deseos, en ese pueblo salvaje la gente es muy simple.
Llego abrumada de prejuicios, aparentando estar segura, nadie pregunta por discreto si se tiene o no mucho oficio, resulta ser que ha veces nos sorprende la ninfa imberbe y las matronas suelen estar mal entrenadas.
El amor es tan tierno cuando se viaja a gusto que ni se simulan leyendas, ni se inhiben deseos, se da y basta.
Tomó lo que se daba con gusto y con deseos al cabo los meses sembraron una cadena de ansias que de no desbocar en sentir las olas bravías romper en el malecón rabioso, en vano habría sido la osadía.
Los brazos como llamas los pechos desatados, las frases no se olvidan, los labios ardiendo, la mirada perdida, grabadas con las uñas aquella madrugada, quedaron los hechos, lo demás es historia.
Un coro de sirenas se escucha a lo lejos, flotaban, se hunden uno dentro del otro, no como cuchillos ardientes, mas bien como metales que se funden impacientes, afuera la noche estaba ligeramente fría, las luces del faro iluminaban los vidrios una vez cada rato, tranquilamente, el olor de los cuerpos acabo por deshacerlos, en un sueño largo y grato, eterno.

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