sábado, 6 de febrero de 2010

Contra la filosofía de la indifencia, la palabra.


La poesía debe cumplir una función social y estética, debe mover a los seres humanos a cosas nobles y mejores. No ha todos nos llega este mensaje cuando leemos un poema, no a todos les interesa leer una poesía.


La vida es un altibajo de emociones y situaciones, que dan forma al comportamiento humano, es por principio el hombre heredero de una forma de vida que tarda algo él mismo en poder cambiar.

Cuando los pocos que lo intentan comienzan a querer derribar los muros que otras generaciones han construido según sus gustos o intereses, surge un choque que conocemos como generacional. Se da de modo visible en todas las épocas de la humanidad, en algunas de modo mucho mas manifiesto que en otras, pero en todas se expresa por igual.

El hombre tiende entonces a transformar su entorno y es fundamentalmente en los movimientos artísticos donde se puede apreciar con mayor interés dichos cambios. De ello han surgido, Modernistas, Dadaístas, Surrealistas y demás corrientes formadas por inquietos  personajes involucrados en intereses y posturas revolucionarias dentro del arte.

Todos han aportado novedades y enriquecido el caudal cultural de los pueblos, a todos les debe la humanidad que un poco de sus chispas incendiaran el extenso campo de la noche inculta.

La literatura es uno de esos campos que siempre los encuentra fértil el hábil cultivador de la palabra. Y dentro de ella: la forma de expresión más libre del ser humano, la poesía.
Los técnicos, que abundan, fijan en las formas y el discurso el punto álgido y cimero de su visión medular.
Los espontáneos fijan su frontera en la expresión pura.

El verso aflorando hacia un público cada vez más complejo, mas involucrado en una sobrevivencia literal y menos amante de las cosas del alma.

El pan nuestro de cada día, y su sudor por conseguirlo. El degustar promesas no cumplidas nunca y ver que el abismo entre sus pobres vidas y las vidas de aquellos que dicen dirigirlos se vuelve una sima jamás accesible.
Podemos pretender en estas épocas difíciles arrastrar a la estética existencial de nuestros versos a un pueblo que no encuentra puntos de equilibrio social con palabras bien dispuestas y técnicamente correctas, si no tocan las fibras sensibles de su momento histórico y su problemática social.

Es la hora del verso contundente y ríspido de la metáfora discreta, del dar a quien será lector, una visión segura de un mundo enajenado por la riqueza desmedida y la voracidad y el consumismo por el consumismo.
Debemos ser, los que aspiramos a poetas, la causa que rompa el cauce de un rio maldito de estúpidos que corren al llamado del último invento del hombre blanco.

Que prefieren las nuevas tecnologías y salen de paseo los domingos a admirar las antiguas culturas prehispánicas, con un emparedado en la mano y el esnobismo en la cabeza, con las frases hechas, aprendidas en la telenovela de moda, chale hijo, que chingones eran.

1 comentario:

Meulen dijo...

uN CLARO ENSAYO ESTIMADO AMIGO
DE LO QUE SE DEBERÍA EN VERDAD CONSIDERAR POR TODOS AQUELLOS QUE OSAMOS entregar un mensaje a través de un texto...
involucra sin duda una gran responsabilidad , pero ya sabes en esto nadie tiene la verdad absoluta
que aquella que le demos nosotros mismos , por nuestra propia convicción que aquello que hacemos, decimos y declaramos , tiene un significado primero poderoso para uno como la persona que se es y después que aquello tenga un significado para otros dependerá del valor que ese otro le de a nuestras palabras y si realmente le interesa y le sirve a su vida , dependiendo de la escala valórica con la cual se va enfrentando o construyendo frente al mundo.

Hoy por hoy se está haciendo más dificil llegar a través de lo escrito , y bueno en alguna medida debemos contribuir a eso,al menos por mi parte en eso estoy...

te dejo mi saludo cordial amigo!