A
veces quisiera no haber hablado
en
la distancia otear el fuego.
Amaradentro.
Todo el tiempo
transcurrido desde que Cuba existe como nación es poco en relación al tiempo
que tiene por delante.
Y es a ese tiempo
futuro que debemos irnos preparando si la amamos, no en la sinrazón romántica o
idealizada de los soñadores o en la mediocridad burda de los oportunistas.
Incluso nos hemos de
vestir con la humildad del pensamiento profundo que entienda que se ha
construir con la materia humana que se tiene y la lógica sensata de aceptar que
no iremos muy lejos si mantenemos el discurso actual de resentimiento y de
odio.
Que
es nuestro deber conservar el sabor legítimo
de nuestra cubanía, sobre las influencias que años de exilio han creado en
muchos.
Y
lo que se proponga edificar debe estar ajeno a otras costumbres que son afines
a los lugares que como extranjeros habitamos pero no van acordes a las costumbres
propias de nuestra nacionalidad.
Tenemos
la experiencia probada de conocer en carne propia la vida fuera de nuestro
entorno patrio.
Sabemos
que podemos tomar todas las experiencias acumuladas en tantos años de exilio.
Y
hacer crecer nuestra Democracia de forma propositiva, pujante y digna. Quién habrá de enseñarnos a
ser mejores trabajadores y ciudadanos que el amor a la tierra de nuestros
antepasados.
No
por mí escribo que los tiempos son relativos y no ambiciono para Cuba más que elevar a nuestra tierra al
lugar que merece con la participación de todos.
Y
no habrá, como no lo hay hoy en día, en nuestra patria, avance digno y notable
que aquel que no parta de ofrecer la posibilidad de opinar y participar a todos
los ciudadanos nacidos bajo su suelo.
Pues
la experiencia vivida desde 1952 a la fecha no solo indica, enseña de forma
terrible el daño profundo al patrimonio nacional que hacen los gobiernos
unipersonales, dictatoriales y corruptos.
Se ha de armar la política con personas
dignas y probas, con sobrado deseo de
servir y sujetas todo el tiempo al escrutinio público.
En esta hora moderna de los pueblos, el
desempeño presidencial debe ser mínimo, sin ser simbólico, pero con la
filosofía experimentada de restar protagonismos indeseables a ciudadanos que de
manera ladina se consideren imprescindibles o mesiánicos.
Tenemos la capacidad probada en todos los caminos del mundo para crear y
consolidar un modelo de Gobierno digno del país que deseamos para nuestros
hijos y nietos.
Sin tiranos, ni administradores que lucren
o creídos de cierto nivel intelectual, vean con desprecio a los demás y se
enseñoreen sobre todos afectando el bienestar y la felicidad nacional. Por ello
se debe analizar un periodo presidencial moderno y lógico y la no reelección
por más de dos periodos.
El Estado se fortalece con una Cámara de
Diputados elegida de forma democrática, directa y libre.
Que represente los interés de los
grandes grupos de la sociedad y mire y vigile por esos intereses, y con la
advertencia debida que su periodo será debidamente sujeto a tiempo, para evitar
compadrazgos, y vicios que suelen dar al traste con todo, cuando los encargados
de aplicar las reformas o los beneficios a los que tiene derecho la sociedad,
se corrompen y se sirven, al creerse eternos en el puesto.
Una Cámara alta que sirva para corregir
una segunda lectura de los procesos políticos y de igual manera sujeta a
periodos sensatos de ejecución.
Los cubanos siempre hemos sido un pueblo
altamente politizado, con relación a otros de nuestro entorno.
Eso será un buen inicio en una etapa democrática
nueva.
No todo lo pasado ha sido negativo en su
esencia, por ello revisar factores que benefician a todos contribuiría a
fomentar un necesario nivel de vida decente para todos.
Entonces me desperté…
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