Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de
él, y se volvió estatua de sal.
Gn. 19. 26
Una frase puesta en una
red social por una amiga detona aceleradamente una serie de respuestas, en este
caso especifico, al que me refiero, el deseo a regresar de todos aquellos que en su inmensa mayoría, por criterios políticos hemos dejado atrás nuestra patria.
Sin importar cuál haya sido el desempeño económico, la cuestión
emocional provocada por el natural desarraigo, crea una situación de
ambigüedad, nostalgia por lo dejado y los efectos que esto provoca
irremediablemente en las personas sensibles.
Otros luchan contra
todo esto y lo superan, sin embargo en carreras exitosas hemos notado
reminiscencias inevitables a menciones que delatan referencias a épocas
anteriores que por otros aspectos suelen darnos complacencia y traen a la
memoria recuerdo de familiares, amigos y la tierra que nos vio nacer.
La decisión de
abandonar todo, de manera literal, provoca una fisura que marca un antes y un
después, en la vida de los inmigrantes.
Pero cuando analizamos
esa actitud humana tan recurrente, sobre todo, cuando las cosas no van como uno
espera o desea, regresar a un periodo de seguridad mental, o física, donde las
cosas se dan de otra manera, puede ser una reacción normal, pero no va a resolvernos
la dificultad a la que nos enfrentamos.
Surgen las frases, si
hubiera hecho esto o aquello, eran otros tiempos, quién me lo iba a decir.
Nunca acabaríamos de mencionar todas.
El querer volver a
zonas de seguridad, cuando el presente no pinta muy agradable, es una vieja fórmula
humana de huir a los riesgos normales a que nos enfrentamos.
Sabemos cuándo nos
abocamos a nuevas etapas, que no podemos
controlar todos los hilos que componen las diversas situaciones a que nos
enfrentamos en nuestro devenir.
Sea profesional o
personal el desempeño humano está enfrentado a una dosis muy alta de
imprevistos.
Realmente muy pocas
cosas impiden continuar adelante con los planes que nos proponemos.
Sin embargo subestimamos
los imponderantes que suelen aparecer en los procesos naturales de la
vida, muchos se derrumban, otros afinan
los detalles y asumen como retos tales dificultades.
Se dan unos pasos hacia
detrás y buscamos refugio en otros momentos exitosos o seguros de la
existencia, para recomponer lo negativo, mientras la mente se toma un respiro
virtual y se reordena.
Sucede que pocos
rearman el rompecabezas y vuelven a intentarlo, y muchos prefieren rendirse.
Podemos trasladar lo
comentado a cualquier ámbito de nuestro devenir. Y veremos cómo ha sido el
cometido ante las diversas contrariedades que nos han aparecido.
A pesar de que
retroceder para buscar un área de seguridad, es una medida muy socorrida,
resulta más temprano que tarde un error.
La historia nos muestra
ejemplos que solemos desdeñar, pero analizados profundamente, nos permiten
aprender lecciones que resultan esenciales para periodos históricos
determinantes.
Hernán Cortes nos
proporciona una reflexión digna de recordar. Tras un propósito definido de
conquista, no puede regresar a Cuba. Desembarca en México y deshace las naves.
Esto no es solo un gesto simbólico, es una postura definitoria.
Transmite a la tropa un
mensaje de acción sin retorno, no hay vuelta atrás.
Lo que se logró en Cuba
ya es historia, otro proyecto se está promoviendo que requiere toda la
concentración y la disposición de una tropa que no puede darse el lujo de
nostalgias y añoranzas.
Van sobre algo mejor o
al menos ese debe ser el espíritu que proyecta el Conquistador Cortés y no van
a cejar en el empeño por lograr la victoria.
Es conocido de todos el
derrotero de las tropas españolas en la Conquista de México. Hubo altas y
bajas, porque los hombres asumen responsabilidades y la ejercen de manera
diferente.
Al final lograron su objetivo,
pero desde un principio definieron un rumbo lineal sin retroceso.
Claro, no hablo del
alto costo emocional y humano de un acto de tal naturaleza brutal. Esto es solo
un ejemplo.
No mirar atrás es un
mensaje bíblico originalmente. No solo es un mensaje de índole religioso,
nuestra herencia no es terrenal.
Pero demuestra que a
pesar de las debilidades humanas, nuestra vida crece cuando continuamos
luchando ante las adversidades, que no son pocas, a diario nos enfrentamos a
retos que nos ponen a prueba. Desde cosas sencillas hasta trascendentales.
Es precisamente ante
esté cumulo de accidentes, a los que enfrentamos, donde nos hacemos gigantes.
Dominar el fuego,
embalsar el agua para tiempos de seca, desarrollar la tecnología, ponernos
metas más altas cada vez, con el afán de lograr cosas mejores.
Mirar hacia atrás crea
una debilidad emocional que no va acorde con el empuje necesario para lograr
metas positivas.
A qué volver a lo
fallido, lo errado, lo incorrecto, a la zona que ya se probó y quedo demostrado
no nos favorece.
Si en cambio nuestras
propias pifias, son las responsables de un mal comienzo, tal situación nos
puede servir de acicate para mejorar el desempeño, el pasado está repleto de experiencias
que pueden hacernos muy exitoso el presente.
Sin embargo como humanos,
nuestra psique no acepta, si no a regañadientes, que se apliquen cambios drásticos
en nuestros patrones de vida.
Contra tales cosas tuve
que lidiar cuando se nos pedía, siendo encargado de aplicar nuevas políticas
dentro de una compañía, que le pidiésemos a los trabajadores que en vez de
efectuar una operación de la manera habitual , la cambiaran a otra predeterminada.
En ese momento, la
mente rehúsa abandonar su área de seguridad y adentrarse en terreno
desconocido, incluso algo que no tiene vuelta atrás y debe ser implementado
guste o no.
Se vuelven apáticos,
recelosos, algunos incluso lo demuestran abiertamente y otros optan por actuar
remolonamente.
Por supuesto y sin que
se percaten, vuelven a una etapa muy anterior en su evolución como persona. Tendríamos
que buscar en la relación padres –hijo, que tan interesante fue a la hora de
ayudar a enfrentar nuevos retos.
Algunos incluso sin darse
cuenta, piden a gritos que alguien los
ayude a resolver, en ciertos casos, asuntos de poca envergadura dentro del proyecto,
de tan confundidos y temerosos que están.
Por supuesto un líder, no es un padre complaciente
enseñando a un hijo a no tener miedo en la oscuridad. Es más, existen proyectos
que no se han probado total o completamente y requieren un máximo de involucramiento
para lograr el éxito sobre los tales.
Es responsabilidad del
encargado del mismo usar todo su ingenio, motivación, compañerismo y
sensibilidad para impedir que fracase y hacer porque todo funcione de manera
exitosa.
No mirar atrás no es solo una metáfora religiosa, es
una filosofía de vida y logros, que ha llevado a la raza humana al nivel de conocimiento
tan avanzado en que se encuentra hoy y que solo Dios sabe cuando pueda recesar.
Gracias a el empuje de
aquellos que marcan un camino, hemos podido transitar otros que venimos detrás.
Sin cuestionarse en muchas ocasiones todo el esfuerzo monumental que se tuvo
que invertir en horas, sacrificio y vidas humanas.
La propia historia de
la humanidad olvida hechos trascendentales que pusieron al hombre en otro
escalón no pensado, ni soñado por el grueso de la raza humana.
Queremos volver a épocas
de ensueño, a relaciones que fueron y ya no son, a tiempos que incluso por más
que quisiéramos no pueden regresar.
Entonces queda plenamente
de manifiesto que hoy en día si intentamos retroceder o vivir de recuerdos o
añoranzas por un pasado que fue, de cierta forma seguro o brillante, ya no lo
es. Aferrémonos a la orilla de la balsa y sigamos remando.
El puerto, la cala, o
afortunadamente la playa no queda muy distante, y si no llegamos, si no
alcanzamos nuestra meta prevista, ansiada, soñada, incluso idealizada, al menos
lo habremos intentado y eso nos habrá puesto en otro peldaño de nuestra
escalera hacía el mejoramiento personal.
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