Las revoluciones no duran para siempre. Surgen para derrocar viejos esquemas políticos. Abren una puerta que deja entrar una violenta corriente de aire puro. Toda revolución, cuando es de manera violenta, corre muchos riesgos, sobre todo el de volverse tiranía, ensangrentar la nación o convertirla en una gigantesca prisión.
En todo esto ha sido convertida Cuba. El proceso que cuenta con un gran apoyo nacional en 1959, al día de hoy deja ver el gran descalabro en que se ha convertido. Una espiral de fracaso. Cuando medio se compone algo, de inmediato aparece otro entuerto.
El gobierno no recurre a encuestas para analizar los puntos que urge tratar. No existe un dialogo entre gobierno y población. Otras veces he mencionado que existe un divorcio rotundo entre las partes y mientras la mal llamada Asamblea del Poder Popular discute asuntos que van a ser votados en el solo sentido del gusto de la nomenclatura, el pueblo sigue escapando por miles de una situación extremadamente penosa.
Hoy la falta de liderazgo y el desorden en todos los campos productivos deja ver que la nación depende cada vez más de la ayuda de la comunidad cubana en el exterior y de los USA, innegablemente.
Esto es un síntoma inequívoco de debilidad. Si lo entiendo así, por supuesto que para el gobierno norteamericano es un tema consabido.
Y si los números no remontan, si la crisis alimentaria es cada día más profunda y roza ya en una hambruna incontrolable, donde la mayoría de los alimentos están tazados en dinero extranjero, y la moneda nacional es "despreciada" no solo depreciada, están convergiendo de manera acelerada, la toma de conciencia, el miedo a morir de hambre y la falta de caminos viables para aquellos que no pueden o no tienen como opción emigrar.
Tal descalabro deja ver la encrucijada de un proyecto de país incapaz de hallar solución mediática y a corto plazo a esta crisis general y la explosión social no podrá ser contenida ni matando, reprimiendo o encarcelando a un pueblo llevado al sacrificio como si fueran los tiempos del circo romano, prometiendo futuros dignos por más que se luche.
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