La educación de nuestros hijos no es parte de la beneficencia del Estado, ni se resuelve con una torta y un refresco, si no entrándole con la camisa remangada, con valentía y patriotismo, educamos para lograr un México de primer mundo, no para darle vida de primer mundo a los dirigentes sindicales que se chupan el dinero y no les importa la calidad educativa, o muchos politiquillos de ocasión, ajenos al compromiso histórico que vivimos.
Estoy leyendo en un diario de circulación nacional sobre el nerviosismo que presentan los maestros al enfrentarse a la evaluación docente, que ha traído rechazo y mucho cuestionamiento.
Siendo maestro yo mismo, veo las
cosas desde otro aspecto, entiendo el nerviosismo de mis colegas, aunque en
verdad los temas tratados en la evaluación son o deben ser, del dominio de los
mismos.
Advierto sin embargo que los
verdaderos resultados están de forma pública, expuestos a los ojos de propios y
ajenos en las cifras mundiales de los exámenes que se efectúan a nuestros
educandos cada año.
La respuesta a los cuestionarios de la Secretaría de
Educación Pública, solo son un trámite más.
Ahora se presenta otra
interpretación, muy propia, si los resultados de las evaluaciones son
favorables a los maestros, y los resultados de los exámenes nacionales a los
estudiantes arrojan tan bajo desempeño de los alumnos, estamos ante otra problemática,
alguien no está haciendo su trabajo de manera profesional.
Alguien simula o no da su mejor
entrega a la vocación de ser maestro. O de plano no sabe ser maestro.
Se conoce, debido a las estadísticas
de las diversas pruebas: Enlace, Olimpiada, Pisa. Escuela por Escuela, salón
por salón y por ende maestro por maestro.
De quién es entonces la
responsabilidad de pedir cuentas, de ajustar procedimientos y exigir
resultados.
Así como piden derechos
laborales, deben ser profesionales para ofrecer clases de máxima calidad.
Comprendo y muy bien que entiendo
las deficiencias de la S.E.P. para habilitar salones y proveer a las Escuelas
de todo el material posible que facilite el trabajo a los docentes, pero vengo
de donde se borran cuadernos para usar el próximo ciclo escolar y ni gises hay
muchas veces. No escucho cuentos de carencias, porque las conozco casi todas.
¡El que quiere enseñar se crece
ante las dificultades!
Es el empeño del maestro, su
entrega, su vocación, el celo que tiene de sacar adelante a sus alumnos, por el
mismo prestigio personal y el beneficio de sus educandos.
Tal vez no se tenga el Secretario idóneo, que en vez de ser errático y timorato, elabore
estrategias sencillas de supervisión y control de desarrollo de docentes,
mediante visitas y apadrinamiento a escuelas donde están los maestros menos
preparados, hasta el lamentable, pero necesario despido de quien no da el ancho
para educar. Así mismo cesar al propio titular de ser preciso.
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